NUESTROS MAESTROS DE GUITARRA FLAMENCA
Sergio Terol
En los corredores resonaban los ecos del alma flamenca, y entre sus muros, emergía la figura de un virtuoso maestro de la guitarra, cuyas raíces se entrelazaban con el fervor de las peñas flamencas. Desde las primeras notas que vibraron en su hogar, fue claro que la música era su destino. A los diez años, se adentró en el santuario del arte flamenco, la peña flamenca "Casa Andalucía" en Alcoy, donde comenzó su travesía hacia la maestría.
Guiado por el compás de las palmas y el taconeo del alma gitana, forjó su técnica bajo la atenta mirada de los maestros que habitaban las sombras de la peña. Pero su sed de conocimiento no conocía límites; a los quince años, se encontró bajo la tutela del renombrado percusionista Paquito Baeza, quien le enseñó los ritmos del latin jazz y cómo fusionarlos con la esencia del cajón flamenco.
Su camino lo llevó a las calles de Alicante, donde compartió su saber en el "Centro Social N5" mil viviendas, junto al maestro Mero Amador Santiago. Fue ahí donde las familias rítmicas del flamenco se convirtieron en su pasión, y donde su destreza como guitarrista comenzó a florecer.
El destino le tenía preparado un nuevo capítulo en Tenerife, donde se unió a la compañía "Romantic" y conquistó los escenarios de los hoteles más distinguidos y los tablados más emblemáticos. Bajo el influjo del maestro José Cobos "El Rubio", perfeccionó su técnica en la peña flamenca "La Cavia", hasta convertirse en un referente del arte flamenco.
Pero su sed de conocimiento era insaciable, y en el "Tablao Embrujo" encontró a Juani de la Isla, quien lo llevó a explorar nuevos horizontes en la improvisación y la composición. Ansioso por comprender cada matiz del arte musical, se sumergió en el estudio de la armonía en la "Sociedad Musical La Paz", bajo la guía del maestro Simone Catellacci.
En cada acorde, en cada rasgueo, se entretejía la historia de un maestro de la guitarra flamenca, cuya pasión y dedicación resonaban en cada nota, llevando consigo el legado de las peñas flamencas y el brillo eterno del arte en su máxima expresión.






NUESTROS MAESTROS DE GUITARRA FLAMENCA
Sergio Terol
En los corredores resonaban los ecos del alma flamenca, y entre sus muros, emergía la figura de un virtuoso maestro de la guitarra, cuyas raíces se entrelazaban con el fervor de las peñas flamencas. Desde las primeras notas que vibraron en su hogar, fue claro que la música era su destino. A los diez años, se adentró en el santuario del arte flamenco, la peña flamenca "Casa Andalucía" en Alcoy, donde comenzó su travesía hacia la maestría.
Guiado por el compás de las palmas y el taconeo del alma gitana, forjó su técnica bajo la atenta mirada de los maestros que habitaban las sombras de la peña. Pero su sed de conocimiento no conocía límites; a los quince años, se encontró bajo la tutela del renombrado percusionista Paquito Baeza, quien le enseñó los ritmos del latin jazz y cómo fusionarlos con la esencia del cajón flamenco.
Su camino lo llevó a las calles de Alicante, donde compartió su saber en el "Centro Social N5" mil viviendas, junto al maestro Mero Amador Santiago. Fue ahí donde las familias rítmicas del flamenco se convirtieron en su pasión, y donde su destreza como guitarrista comenzó a florecer.
El destino le tenía preparado un nuevo capítulo en Tenerife, donde se unió a la compañía "Romantic" y conquistó los escenarios de los hoteles más distinguidos y los tablados más emblemáticos. Bajo el influjo del maestro José Cobos "El Rubio", perfeccionó su técnica en la peña flamenca "La Cavia", hasta convertirse en un referente del arte flamenco.
Pero su sed de conocimiento era insaciable, y en el "Tablao Embrujo" encontró a Juani de la Isla, quien lo llevó a explorar nuevos horizontes en la improvisación y la composición. Ansioso por comprender cada matiz del arte musical, se sumergió en el estudio de la armonía en la "Sociedad Musical La Paz", bajo la guía del maestro Simone Catellacci.
En cada acorde, en cada rasgueo, se entretejía la historia de un maestro de la guitarra flamenca, cuya pasión y dedicación resonaban en cada nota, llevando consigo el legado de las peñas flamencas y el brillo eterno del arte en su máxima expresión.





